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¡Éntrale a la paranoia!

domingo, 27 de julio de 2008

SI YO DIJERA TODO LO QUE PIENSO

Es más fácil callar, pues las personas que dicen absolutamente todo lo que piensan no suelen ser muy amables. Uno se guarda las cosas por no herir a los seres que quiere o por no entrar en disputas con gente que no conoce. No es simplemente cortesía, es flojera de entrar en dilemas y discusiones que a nada nos llevarían. Así por ejemplo cuando llega alguna amiga chismosa y me pregunta “¿ya sabes lo que le pasó a Rosita?” suelo quedarme callada en lugar de contestarle “no, y honestamente, ¿a mí que demonios me importa?”. Y sí, es que no tiene por qué importarme a mí lo que la demás gente deje de hacer o haga con su vida, pero a veces te obligan a involucrarte. Suele pasarme a menudo que llegue una amiguita a contarme todos sus problemas sentimentales, el novio que nunca llega y la gran historia de amor de un chico nuevo cada semana, pasan cuarenta y cinco minutos y no le para el pico diciéndome lo maravilloso que es… y sin embargo, yo ya sé que no pasará ni una semana y dejará de ser su máxima ilusión y qué hacer, ni modo de decirle “Ay mira, ese cuento ya me lo sé, es el mismo cada semana, así que abstente de aburrirme con lo mismo cada lunes, va?”. Es verdad, ¡cuantas veces tiene uno que callar! Si tu padre te dice “¿quieres acompañar a tu abuelita al baño?” cuando sabes que te la tienes que llevar del brazo y que escuchar sus flatulencias será inevitable, sólo asientes con la cabeza en lugar de decir “pues la verdad no, pero ya qué”.
Y qué decir de la gente desconocida que nos rodea y nos incordia con comentarios o preguntas que merecen una gran respuesta sarcástica. Como cuando estás en la fila del banco y pasa una señora obesa que te golpea al pasar entre la fila, te dice “perdón” y te quedas con ganas de decirle “no se disculpe señora, mejor adelgace que por eso no cabe”. Y nada como los viejos verdes para provocar pensamientos que luchar por salir a través de la palabra. No falta que al caminar por la calle algún viejillo diga algo como “ayy ¡mi reina!” y se quede por ahí ahogado un “¿su reina? Si su reina debería ser la parca que ya le ronda. A sus años ya de qué se preocupa de ver mujeres, si ya lleva medio siglo impotente”.
En general, es terrible la condena de tener que callar lo que uno piensa, puesto que decir las cosas acarrea una serie de problemas inimaginables. Es por eso que si alguien me pregunta mi opinión, prefiero decir “ah, mmm está bien, oye” o quedármele viendo fijamente sin responder nada. Para evitar la pena de decir “lo lamento mucho, ni siquiera te estaba escuchando, pensaba en los pájaros filipinos…”. Lamentablemente, aun no aprendo a dominar muy bien este arte, puesto que a mis años mi gran bocota y mi inmisericorde sarcasmo me han acarreado una serie de problemas y han alejado un gran número de amistades. Pero ¿qué hacer? Tendrían que empezar por aceptar la realidad…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajajja Me gusta, Me gusta.
Busque en el Google Si yo dijera las cosas que pienso y agarre esta opción ya que me parecio la que mas va con mi forma de pensar.
Y la lista obviamente podria extenderse, como por ejemplo cuando una chica a la que conoces te pide que seas sincero y sabes que no puedes porque si le dijeras que realmente no fue ella tu blanco sino su amiga, pero como no le paró bolas tuviste que voltear a verla a ella quien es quien te miró, no? o como aquella chica que tiene de amante a mas de tres a parte de su novio pero si me dijera eso al conocerla obviamente la mandaria por un tubo, en fin.
Mira me gustaria compartir con usted algunas cosas que no puedo compartir con otras personas por eso si te animas agregame al facebook.
Alirio Archibold desde Panamá

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