Así es, vengo ya saliendo de los achaques que me estuvo dando este órgano dental (nombre correcto). Un par de pinchazos en la encía y el paladar y para afuera semejante moustro que me estuvo (antes sin dolor, después me retorcía) causando infecciones de garganta. Su ubicación, como toda muela del juicio, estuvo relacionada con mis problemas de salud de los últimos meses. La muy méndiga guardaba entre sus adentros cantidad de microorganismos que se cagaban de la risa con el antibiótico que, claro está, no les llegaba. Por fortuna ya puedo decirle adiós a esa traidora parte de mí que ya acabó en los depósitos dentales... ¡Ya no tengo muela del juicio ni juicio!... La neta juicio nunca tuve, y muela, pues usted dirá: el esmalte y la dentina estaban en calidad de desaparecidas hacía mucho y el interior era un laboratorio patológico. Ok, la muela era inútil y nada más la tuve para causarme broncas.
Por otro lado estos días han venido muy cargados de jale. La Fundación Riaño está dando la sorpresa y mañana mismo postearé la crónica de los eventos a los que Riaño ha convocado por la puesta en marcha de su fundación. Obviamente también estará Godox y la fundación que lleva su nombre.
Hoy sonó el teléfono como 40 veces y otras tantas marqué yo, y la verdad estoy cansado y sin ganas de filosofar barato así que me despido por el momento.
En la imagen puede apreciar el lugar que tuvo la muela. Todo lo demás es un estuche de decadencias. Guarde sus diagnósticos, por favor, que ésos sólo el Dr. Peña.
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