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domingo, 31 de octubre de 2010

DON RAMÓN - Enrique Quezadas







Muy de mañana el día que me iban a reprobar,
llegué a la cafetería de la universidad;
no quería ir a la escuela pero me gustaba Gabriela.

Ya casi éramos novios, comimos pastel,
la clase de español empezaba a las diez;
le di quinientos besos y ya ni entramos a aprender...

El cine es la receta para amar al amor,
salimos ya bien tarde, ella se preocupó
de llegar a su casa y ahí te voy de salvador...

Y ya envalentonado y defendiendo al amor,
entré en aquella casa a hablar con don Ramón...
Le dije ¡buenas tardes!, me miró y no respondió.

Pues nada don señor, su hija es mi amor;
venimos por su bendición.

Ramón era hombre seco, orgulloso y sin timón
que hablaba nada más para decir que no;
traté de penetrar las cuevas de su mal humor.

Llevábamos tres tragos cuando me confió
que en una noche de esas su mujer lo dejó,
pues no tenía trabajo, ni coche ni televisión.

Que trató de construir un cariño sin velos
pero ella insistió en jugar a la familia kellog’s;
entre gritos y sillasos se agarraban a niñazos...

¡Caramba don Ramón!,
¡con la niña de mi amor!
¡Siga hablando don Ramón...!

Entre los ceniceros y vasos de ron
me dijo "con un préstamo me caerías mejor";
quería pagar la renta, comprar cigarros y licor.

Dijo saber de alguien con dinero pa'prestar,
pero se pone de ejemplo para los demás;
muy borracho me dijo: "es que eres mi único amigo".

Cual si sacara un sable del ropero un general
él me mostró orgulloso un viejo taco de billar,
y aseguró sonriente, "hijo, te voy a pagar".

¡Caramba don Ramón!
¡Le presto, cómo no!
¡Sírvame otra don Ramón!
¡Sírvame otra don Ramón!

Seguimos en la escuela aquel setentaitrés,
y, viéndonos a los ojos un atardecer,
por ella conocí el cuerpo de la mujer.

Hay algo que en la prepa entendimos bien:
El coraje por los que no tienen qué comer,
con clandestinas chelas en el jardín de la escuela.

Hoy ya no veo a Gabriela, la dejé de tocar,
y cuando me siento solo y con ganas de llorar,
paso por don Ramón y nos vamos al billar.

Lo espero don Ramón,
no se le olvide el ron,
se hace tarde don Ramón,
se acaba el tiempo don Ramón...

Enrique Quezadas





















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